Sería injusto y apresurado pretender extender la caracterización de los motorizados violentos a la multitud de motociclistas que cumplen tareas civilizadas diarias en sus motos.
Tan injusto como decir que todo el que tiene automóvil es un burgués insensible a las necesidades de su pueblo. Y además de injusto, peligroso. Porque esas simplificaciones sólo sirven para generar hostilidades. Y cuando se intenta institucionalizarlas en batallones, brigadas y escuadrones pueden tornarse peligrosas. Tanto para las víctimas, objetivo de los grupos agresivos, como para los motorizados mismos.
De manera que por solidaridad con los motorizados decentes, por más molestos que nos puedan resultar, parece necesario evitar que proliferen las bandas de motociclistas ideológicos y sus apéndices delincuenciales.
Dejemos que quienes cumplen su trabajo o trasladan a sus familiares en dos ruedas ejerzan sus rutinas cotidianas sin provocar el recelo del resto de los venezolanos. Para lo cual resulta necesario evitar que factores de poder o agentes del Estado organicen bandas de motoristas para llevar a cabo tareas que en el mejor de los casos son políticas y en el más común de ellos son simples atropellos a la ciudadanía.
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